El Estrés Aculturativo y la Resiliencia: Dos Caras de la Experiencia Migratoria
MIGRACIÓNRESILIENCIA
4/19/20252 min read


Migrar es mucho más que cambiar de lugar geográfico. Implica un viaje emocional, social y cultural que transforma profundamente a quienes lo atraviesan. Como en todo proceso vital significativo, la migración trae consigo pérdidas y ganancias. Nuevas oportunidades, horizontes y experiencias enriquecedoras se entrelazan con retos, tensiones y exigencias que muchas veces ponen a prueba la salud mental.
Una de las dimensiones más estudiadas en este contexto es el estrés aculturativo, un concepto que nos ayuda a comprender el impacto de la adaptación a una nueva cultura. Este tipo de estrés surge cuando las personas migrantes enfrentan dificultades para ajustarse a su entorno de acogida: la separación de sus seres queridos, la pérdida de referentes culturales, el duelo por lo que se deja atrás, y la necesidad de reconstruir una identidad en un espacio donde pueden sentirse extraños o incluso rechazados.
El estrés aculturativo no es uniforme ni inevitable, pero puede aparecer cuando el individuo percibe que no tiene los recursos suficientes para afrontar las exigencias del nuevo contexto. Factores como el idioma, el estatus migratorio, el acceso a trabajo digno, las redes de apoyo, la discriminación o la fragilidad de la identidad cultural pueden convertirse en fuentes significativas de tensión emocional. Además, este tipo de estrés está vinculado a reacciones fisiológicas, cambios conductuales e incluso síntomas psicológicos como ansiedad o depresión.
Sin embargo, no todo en la experiencia migratoria es vulnerabilidad. Junto a estas dificultades, muchas personas despliegan una capacidad asombrosa para sobreponerse a los desafíos: es lo que conocemos como resiliencia. Este concepto, que se refiere a la capacidad de adaptarse positivamente a situaciones adversas, es fundamental para entender por qué muchas personas migrantes logran no solo sobrevivir sino también crecer y desarrollarse en sus nuevos entornos.
La resiliencia no es una característica individual fija, sino un proceso dinámico que depende de factores personales, familiares, sociales y culturales. Tener una red de apoyo, mantener vínculos afectivos, participar en la comunidad, encontrar sentido a la experiencia migratoria, o mantener vivas las propias raíces culturales son estrategias que favorecen la salud mental y el bienestar.
Desde una mirada más amplia, la adaptación intercultural resiliente se nutre de elementos como la solidaridad de la sociedad receptora, el acceso a derechos y recursos, la posibilidad de participar activamente en la vida social y política del nuevo país. Cuando estos factores están presentes, el proceso migratorio puede convertirse en una experiencia transformadora, incluso cuando ha comenzado desde la necesidad o el dolor.
Es importante destacar que la resiliencia también tiene una dimensión colectiva: se construye en redes, en lazos, en comunidades que sostienen y acompañan. Y también es transgeneracional: muchas veces, las estrategias de afrontamiento y la fortaleza de una generación migrante abren camino para que sus hijas e hijos puedan habitar con mayor libertad la doble pertenencia cultural.
En definitiva, comprender el estrés aculturativo y la resiliencia nos permite mirar la migración desde una perspectiva compleja, humana y esperanzadora. Nos invita a reconocer el esfuerzo, el coraje y la creatividad de quienes se reinventan en tierras nuevas, y a acompañar ese proceso con sensibilidad, respeto y apoyo. Porque toda historia migrante es también una historia de transformación.
Referencia: RUTH NINA-ESTRELLA (2018)