
Más sobre mí...
Mi nombre es Sofía Isis (34 años) y soy psicóloga, guiada por una profunda curiosidad por las culturas, las sabidurías del mundo y las múltiples formas de habitar la vida. Nací y crecí en Chile, pero el deseo de explorar más allá de lo conocido me ha llevado a distintos lugares. Hoy, mi hogar está en los Alpes Franceses, donde he encontrado un ritmo más sereno, rodeada de naturaleza, y he creado un espacio que refleja aquello que quiero compartir con los demás.
Hace años tomé una decisión que marcó un antes y un después: entender que la vida es demasiado breve para vivirla en automático, en un solo lugar, con una sola mirada. Desde entonces, mi camino ha sido una búsqueda constante de sentido, de integración, de coherencia entre lo que vivo y lo que ofrezco.
Mi formación ha sido diversa: tanto en instituciones formales como a través de experiencias auto-gestionadas, lo que me ha permitido construir una perspectiva amplia, sensible y flexible sobre el ser humano. Esta riqueza de miradas me permite acompañar procesos con profundidad, respeto y una apertura real a la singularidad de cada persona.
Lo que más me apasiona es escuchar. Escuchar de verdad. Hoy, esa pasión se ha transformado en mi oficio: acompañar a otros a reconectarse con su autenticidad, a encontrar su propio camino, y a atravesar con sentido los desafíos de la vida. Creo en el poder transformador del encuentro humano y en la posibilidad de vivir con más presencia, más verdad y más libertad.



La psicología...


Desde los inicios de mi formación como psicóloga, sentí la necesidad de un enfoque que integrara mente, cuerpo y alma. Esa búsqueda por una comprensión más profunda e integral del ser humano me ha acompañado desde el pregrado hasta hoy.
Estudié psicología y un Magíster en Psicología e intervención en salud mental en la Universidad Andrés Bello, en Chile; una institución con una sólida orientación psicodinámica. Allí me sumergí en el estudio del inconsciente, comprendiendo cómo nuestras experiencias tempranas, los vínculos afectivos y los traumas influyen de manera profunda en quiénes somos y en cómo nos relacionamos.
Este enfoque me permitió entender no solo cómo se construye nuestra identidad interna, sino también cómo interactuamos con los demás y con el mundo que nos rodea. Comprendí la relevancia de nuestras primeras relaciones, de la regulación emocional y del impacto del estrés en nuestra vida cotidiana.
También me formé en la observación de cómo las presiones sociales y las expectativas pueden moldear nuestra percepción, afectando nuestras decisiones, emociones y, muchas veces, manifestándose en trastornos como la ansiedad, la depresión o el agotamiento.
Este recorrido ha sido la base de mi práctica clínica, donde busco acompañar a cada persona desde un enfoque humano, comprensivo y profundamente respetuoso de su historia y su mundo interno.

Buscando ampliar aún más esta mirada, la psicología analítica de Carl Gustav Jung ha sido una compañera constante desde mis primeros pasos. Con gran fortuna, tuve acceso a una extensa biblioteca junguiana que despertó en mí una pasión duradera por el estudio de los símbolos, los sueños, los mitos y los cuentos de hadas.
A través de esta vía, encontré una comprensión profunda del desarrollo humano como un proceso de individuación: un camino hacia ser la versión más auténtica de uno mismo, confrontando las sombras interiores y reconociendo los tesoros que habitan en ellas.
Este enfoque me permitió también explorar el sentido de la vida desde la creatividad, la conexión con lo esencial, y el valor de los vínculos afectivos como fuerzas que nos transforman a lo largo de nuestra existencia.
Formalicé este camino a través de formaciones en la Fundación de Psicología Analítica Junguiana de Argentina, estudios que continúo hasta el día de hoy.
Psicología Analítica Junguiana



Mindfulness: tocar tierra en medio del caos
El mindfulness llegó a mi vida en un momento de profundo caos. Cada sábado, mientras cursaba el diplomado en NEPSI (Neurociencia Aplicada y Psicología, Chile), me sumergía durante horas en la práctica meditativa. Esta experiencia fue, sin duda, una de las más transformadoras de mi camino personal: me ayudó a tocar tierra cuando todo a mi alrededor parecía estar en el aire, fuera de lugar, envuelto en desorden.
Decidí formarme formalmente en esta corriente por varias razones: su sólido respaldo científico, su conexión profunda con la sabiduría budista, y mi necesidad de integrar diversas dimensiones del ser humano en mi visión de la psicoterapia. Descubrí allí un trabajo de conexión corporal que, desde otras corrientes psicológicas, sentía muchas veces ausente. El cuerpo, en su silenciosa elocuencia, contiene una enorme cantidad de información sobre nuestros estados internos y emociones. La atención plena permite acceder a esos mensajes con claridad y presencia.
Como herramienta para la regulación emocional y la transformación de patrones reactivos, el mindfulness es sencillamente extraordinario. Pero además, abre la puerta a un trabajo más sutil: la conciencia de aquello a lo que damos espacio en nuestra mente. La práctica de sostener la atención, sin juzgar, nos conecta con lo esencial. Y así, poco a poco, el caos interno va encontrando orden. No desde el control, sino desde una mirada amable, compasiva y profundamente humana.
Incorporar esta herramienta ha sido enriquecedor no solo en mi camino personal, sino también en mi labor terapéutica. La práctica de la atención plena se ha vuelto parte del tejido de mis sesiones: me permite estar presente con mayor apertura y profundidad, dispuesta a ser un espacio vivo en el que cada persona pueda comenzar a reordenar su mundo interno desde un lugar más consciente, amable y enraizado.



El viaje de migrar: identidad, salud mental y transformación
Vivir en el extranjero ha sido una experiencia profundamente transformadora. Hace cuatro años migré a Francia, y desde entonces, he atravesado un proceso interno tan desafiante como enriquecedor. Esta vivencia me ha conectado con personas y pacientes que también han transitado la migración, compartiendo caminos, vulnerabilidades y aprendizajes. Hoy comprendo con mayor claridad el impacto que migrar tiene en la salud mental y en la identidad. Salir de la zona de confort, adaptarse a nuevas formas culturales, reconstruirse en un idioma distinto, redescubrir quién se es en un nuevo contexto… Todo ello moviliza y despierta partes dormidas del ser. La migración no solo remueve límites personales y socioculturales, sino que los reorganiza, revelando una sorprendente capacidad de flexibilidad y transformación. Alguna vez leí que migrar y aprender otro idioma crea una red neuronal superpuesta a la anterior, abriendo caminos nuevos sin borrar los antiguos. Acompañar estos procesos como psicóloga ha sido parte de mi propia integración: ofrecer un espacio seguro y consciente, donde sentirse visto y comprendido en medio del cambio, puede ser profundamente reparador y revelador.

